jueves, 20 de mayo de 2021

Apuntes de "Reportaje al pie de la horca", de Julius Fucik

"La celda 267 canta. Si canté toda mi vida, no sé por qué habría de dejar de cantar ahora, precisamente al final, cuando la vida es más intensa. ¿Y el padrecito Pesek? ¡Oh, es un caso excepcional! Canta con el corazón. No tiene ni oído ni memoria musical ni voz, pero adora el canto con tan bello y abnegado amor y encuentra en él tanta alegría que casi no percibo cuando se desliza de una tonalidad a otra e insiste testarudamente en un do aunque el oído reclame un la. Y así, cantamos cuando la nostalgia trata de invadirnos; cantamos cuando el día es alegre; con nuestro canto acompañamos al camarada que se marcha y a quien quizá no volveremos a ver nunca más; cantando recibimos las buenas noticias del frente oriental; cantamos en busca de consuelo y cantamos de alegría, tal y como los hombres han cantado siempre y como seguirán cantando mientras existan".


"No hay vida sin canto, como no hay vida sin sol. Por consiguiente, nosotros necesitamos doblemente el canto, ya que el sol no llega hasta aquí. La 267 es una celda orientada hacia el norte. Sólo en los meses de verano, y durante algunos instantes, el sol dibuja, antes de ocultarse, la sombra de los barrotes en la pared. Durante esos instantes, el padre, puesto de pie y apoyado en el camastro, sigue con sus ojos esa fugaz visita del sol... Y ésa es la mirada más triste que se pueda encontrar aquí".

"Un cobarde pierde algo más que su vida. Él ha perdido. Es un desertor del ejército glorioso y merece el desprecio del más ruin de sus enemigos. Y aunque viviese, no viviría ya, porque se ha excluido de la
colectividad. Más tarde intentó corregir algunas cosas, pero jamás pudo ganar la confianza de los compañeros. Esto es más terrible en la prisión que en cualquier otra parte".

"Sólo pido una cosa: los que sobrevivís a esta época no olvidéis. No olvidéis ni a los buenos ni a los malos. Reunid con paciencia los testimonios de los que han caído por sí y por vosotros. Un día, el hoy pertenecerá al pasado y se hablará de una gran época y de los héroes anónimos que han hecho historia. Quisiera que todo el mundo supiese que no ha habido héroes anónimos. Eran personas con su nombre, su rostro, sus deseos y sus esperanzas y el dolor del último de los últimos no ha sido menor que el del primero, cuyo nombre perdura. Yo quisiera que todos ellos estuviesen cerca de vosotros, como miembros de vuestra familia, como vosotros mismos".

Todas las noches canto para ella una canción que le gustaba: se habla allí sobre la hierba azulada de la estepa, llena de leyendas de combates guerrilleros; sobre la cosaca que, al lado de los hombres, luchaba valerosamente por conquistar la libertad hasta que en un combate: “yey podniatsia s zemli nieprislos”. “Vot, moi druzok boievoi". ¡Cuánta fuerza encierra esta fina criatura de trazos firmemente esculpidos y con grandes ojos de niña, llenos de ternura! La lucha y las continuas separaciones han hecho de nosotros dos amantes eternos, que no sólo una, sino cien veces en la vida han vivido los momentos ardorosos de las primeras caricias y de los primeros abrazos. Y sin embargo, nuestros corazones latían siempre al unísono y nuestro aliento era el mismo en las horas de felicidad y en las horas de angustia, excitación y tristeza. Durante años hemos trabajado juntos y nos hemos ayudado como sólo los camaradas saben hacerlo. Durante años ella fue mi primer lector y crítico y me era difícil escribir sin sentir sobre mí su cariñosa mirada; durante años hemos participado, uno al lado del otro, en frecuentes luchas y durante años hemos vagado, cogidos de la mano, por los lugares preferidos. Hemos conocido muchas dificultades y hemos vivido muchas y grandes alegrías, porque nosotros éramos ricos, ricos como son los pobres. Con esa riqueza que está en el interior".

"Pero eran búsquedas en un bosque intrincado. Oíamos una voz, la seguíamos y cuando estábamos a punto de darle alcance se hacía oír exactamente en el lado opuesto. La dura pérdida enseñó a todo el Partido a ser más prudente, más vigilante. Dos miembros del aparato central del Partido que quisieran encontrarse tenían que aparecer completamente diáfanos a través del sinfín de obstáculos y sondeos mutuos de los interesados y de los encargados de establecer el contacto. Era tanto más complicado, porque yo ignoraba quién estaba al otro lado y el otro desconocía a quién estaba buscando".

Librazo. Julius Fucik escribe con una sensibilidad que a una se le aprieta la guata. Perfecto en su estructura, exquisito en su prosa y admirable en su moral. Un manual de humanismo muy bien escrito. Una crónica a la altura de las de Gabriel García Márquez y Juan Cristóbal Peña. Lo recomiendo al infinito.

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