martes, 5 de mayo de 2020

Un jodido día perfecto sobre la tierra, Patricio Pron

Si pudieras, piensas, les darías el premio a los autores de esos relatos, a todos, para que entrase algo de dignidad y de alegría en su vida y para que buscasen ayuda: un psicólogo, pastillas, lo que fuera. Sin embargo, tú estás allí para evaluar los relatos desde un punto de vista técnico, y, desde ese punto de vista, los relatos están mal, tienen problemas graves de sintaxis o estilísticos –los escritores de relatos para concursos parecen ignorar que la literatura puede y quizá debe sonar como una conversación y no como el monólogo de un William Shakespeare estreñido en el cuarto de baño– o, lo que es peor, terminan mal, en el sentido de que sus autores intentan dar a las situaciones que narran una solución genérica, ya fantástica, ya realista, que se adhiere a una convención y arruina sus textos, cuyo mérito principal era salirse, al menos parcialmente, de lo convencional y ya visto. Sabes también que, incluso si les dieras el premio, lo más probable es que sus autores se lo gastaran en móviles o en un coche usado o en ropa, en algo superfluo y que tapase la cicatriz, una tirita sobre el muñón abierto.

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