jueves, 22 de agosto de 2019
Todo encaja en todo armoniosamente, poema de Hernán Miranda
tal como el cuchillo encaja en los labios de la herida sangrante
y el árbol de corteza arrugada en el paisaje que lo rodea.
Cada palabra encaja como un rompecabezas dentro de lo conversado
así como una mirada encaja entre otras miradas
o la columna atacante en el espacio del enemigo que se repliega a duras penas.
El extremo oriental del Brasil encaja en la costa occidental de África
y el cuerpo del atormentado en el instrumento que lo lacera,
la mano del ladrón con su presa.
El vuelo de un pájaro y la caída de un pájaro encajan
y el fusilado en las balas que lo perforan
y el niño en su madre
y una boca que besa en otra boca que devuelve el beso.
La línea quebrada de las montañas encaja en la línea quebrada del cielo que hay sobre las montañas.
El río encaja en su cauce
el mar en su lecho cóncavo
y en su cuenca el ojo lloroso
y la llave en la cerradura.
Todo encaja con todo y no parece tarea fácil desligarse de este designio.
Cómo separar al muerto de su ataúd
o la partida del viajero de su regreso.
Todo se relaciona con todo
y hasta el que se esconde en una isla solitaria
encaja como un alfiler en la solapa del olvido.
Cada cosa se disuelve dentro de otra
y hasta “el camino de subida es el mismo camino de bajada”.
Al poema le es dado envolverlo todo,
evidenciar las relaciones que hacen posible la armonía del caos.
miércoles, 21 de agosto de 2019
Último poema para Richard, Sandra Cisneros
Esta vez para bien, lo sé porque no te
eché—y de todos modos nos despedimos.
Sin zapatos. Sin portazos.
Doblamos la ropa y nos fuimos
por caminos separados.
Te fuiste con esa camisa de franela tuya
que me gustaba pero recordé tomar
tu cepillo de dientes. ¿Dónde estás esta noche?
Richard, es Navidad otra vez
y el viejo fantasma vuelve a casa.
Estoy sentada junto al árbol de Navidad
preguntándome dónde nos equivocamos.
Bueno, no funcionamos y todos
los recuerdos, la verdad, no son buenos.
Pero a veces hubo buenos momentos.
El amor fue bueno. Me encantaba tu dormir
chueco a mi lado y nunca soñé con miedo.
Debería haber estrellas para grandes guerras
como la nuestra. Debería haber premios
y mucho champagne para los sobrevivientes.
Después de todos los años de humillaciones,
el fracaso de varias vacaciones,
debería haber algo
para conmemorar el dolor.
Algún día olvidaremos ese gran desastre en Brasil.
Hasta entonces, Richard, te deseo lo mejor.
Te deseo amoríos y mucha agua caliente,
y mujeres más amables que como te traté.
Me olvidé la razón, pero te amé una vez,
¿te acordás?
Tal vez en esta época, borracha
y sentimental, estoy dispuesta a admitir
que una parte de mí, enloquecida y kamikaze,
está lista para la anarquía, ama todavía.
(Traducción al castellano de Hugo Zonáglez)
martes, 20 de agosto de 2019
Poema de Malén Denis
Malén Denis, poeta argentina, 1989.
Antología de cuentos favoritos de Santiago en 100 palabras
LA NOCHE DEL DÍA QUE LLOVIÓ EN VERANO
Talento Breve
Me llevé al teatro, me compré una cena, caminé, me compré un helado y creo que ahora me haré el amor.
Carolina Dagach, 29 años
Providencia
ESCAFANDRA
Primer Lugar
A Moreno le gusta la palabra escafandra. Un día la oyó revoloteando en el aire caliente del metro y la guardó en algún lugar cerca de su estómago. No sabe qué significa, e imagina que, si la buscara en una enciclopedia, encontraría la imagen de un animal fantástico, quizá similar a una libélula (porque una palabra como esa seguro debe tener alas). Como un reflejo, cuando Moreno oye el pitido del cierre de puertas, la escafandra aletea en la boca de su estómago y escapa planeando por el vagón, a ver si algún otro pasajero la captura al vuelo.
Laura Soto, 22 años
Providencia
LOLA, POR QUÉ TAN SOLA
Talento Breve
Mi mamá me dejó al cuidado de mi tío. Guardé silencio como de costumbre.
Ivana Victoria González Araos, 16 años
Quilicura
PENA REMITIDA
Primer Lugar
Deshojada quedó Margarita en el revuelo del patio del cité, bajo el abrazo del conviviente de su madre, cuando al cumplir ocho entre globos y reggaetón, él le susurró que la quería: mucho, si guardaba silencio; poquito, si se resistía; nada, si lo denunciaba.
Patricia Middleton Correa, 68 años
Linares
GOLPECITO DE ESTADO
Mención Honrosa
Sabíamos que los de la mesa del lado eran militares retirados. No todos, sólo los que hablaban más incoherencias sobre glorias pasadas. Pidieron banderas y chupallas como cotillón y se pararon a hacer el trencito engalanados como si fueran las Fiestas Patrias. Era inquietante ver sus rostros borrachos, oír sus risotadas, verlos bailar usando servilletas como pañuelos. Se dieron una vuelta completa por el comedor del hotel bailando, volvieron a sentarse y pidieron otra botella de vino. Ganaron el premio a la mesa más alegre y yo sentí que por unos minutos hubo un golpecito de Estado en el matrimonio.
Natalia Muñoz Castillo, 30 años
Santiago
LA VERDAD
Primer Lugar
Los miércoles vuelvo a mi departamento unas horas más tarde. Le comento al conserje algo a modo de excusa: «Hoy me junté con una amiga». Nunca me ha preguntado. Pero la verdad es esta: Voy al Parque Uruguay y me acuesto boca abajo en el pasto, con los ojos cerrados, inmóvil. Y espero hasta que las pelotas de fútbol rueden en mi espalda, la gente trote sobre mis piernas, los perros me huelan sin mover la cola. Cuando siento que estoy a punto de desaparecer, me levanto y camino por Andrés Bello, con las rodillas manchadas de tierra húmeda.
Gabriela Flores Díaz, 30 años,
Providencia
LICEO PÚBLICO
Premio al Talento Joven
Entro al liceo y la inspectora me crítica mi color de pelo y mi ropa desarreglada, pero yo sigo adelante, porque yo solo estoy esperando esa hora. No le entiendo a la profesora de ciencia, pero no me importa, porque yo estoy esperando esa hora. Mis amigos me hablan, pero yo miro el reloj, esperando a que sea la hora. Hasta que finalmente sonó el timbre, indicando que es la hora. Hay una fila para entrar, me dieron mi bandeja y yo empiezo a tragar cucharones llenos de porotos con riendas sin sal, que llegan a mi estómago vacío.
Vincent Bieler Arellano, 17 años,
Puerto Montt
PERFIDIA
Mención Honrosa 2002
Amanece. el cerro san Cristóbal me mira, cínicamente, con ojos de virgen.
Ignacio Reyes, 50 años,
Santiago
La terraza de los cabros
Primer Lugar
Somos cinco y nos ponemos a fumar en la pequeña terraza en la falda del cerro Monjas. Uno lo enciende, el otro toma agua. Yo miro al gato que toma el sol en la copa de la casa. Otro toca guitarra, y la última baila. Luego bailamos juntos. Luego bailamos todos.
Paolo Henríquez Fuentes, 23 años
Viña del Mar
VERTEDERO MUNICIPAL
Premio al talento joven
Y pensar que todo empezó con un papel.
Ignacio Aguilar Rodríguez, 16 años,
Antofagasta
Dostoievski
Primer lugar 2006
Habría observado con detención a las personas salir humeantes de la boca del Metro. Habría atravesado estupefacto la Moneda bajo la lluvia. Pensativo, le habría comprado una sopaipilla a un perro hambriento cerca del santa lucía. Habría cruzado alegremente calles inundadas con niños corriendo a su lado. le habría levantado el puño a los agresivos e invasores automóviles. Habría probado el mejor navegado en la Piojera con unos amigos. Habría llorado y reído, sentado en un banco, mirando la gente, esperando la micro, entumido. Y habría esperado la nieve, en vano. A fedor Dostoievski le habría gustado santiago en invierno.
Ernesto Guzmán, 29 años,
La Florida
Nueva comunicación
Tercer Lugar, 2023
Los números podrían reemplazar letras y h4c3r un nu3vo l3ngu4j3 qu3
comun1qu3 m3j0r a adult0s y n1ñ0s. Se p0drí4 c0nstru1r un mund0 más
d1v3rtid0 y ll3n0 de cr34t1v1d4d. Tal vez, así mi padre saldría de sus
cálculos y me dedicaría un poco de atención.
Jorge Rivas Soto, 12 años,
El Bosque.
Poetas pal Nobel
La señora que escribe la lista de precios en su carrito de sopaipillas. El señor que vende el diario comentando los titulares. El niño que le miente a la mamá para que
no lo castigue. El sapo que ayuda a los micreros. La señora con voz desafinada que canta en la calle junto a su parlante. El joven que ofrece las promos del bar en el que trabaja.
Diego Armijo Otárola , 22 años, Viña del Mar.
Lo teje
Premio al talento infantil
Lo teje, lo teje, mi abuela me lo teje porque ella dice que del invierno altiplánico me protege.
Javiera Villalobos Sciaraffia, 12 años, Iquique
Las doce
Premio al talento mayor
Atronaba la banda, el guaripola desplegaba sus mejores destrezas (después supe que se lucía para ti, que caminabas entonces como andarían, si lo hicieran, los claveles). Alguien nos presentó cuando en la Torre eran las doce. Desaparecieron la multitud y hasta la brisa que movía tus cabellos de miel. Solo quedaron tus ojos y la sonrisa que iban a tener los cinco hombres, las seis nietas y hasta la bisnieta que vendrían. Son las doce y estamos nuevamente solos, con las manos unidas, en esta Plaza Prat, donde nos ven solamente como dos viejos tomando sol.
Marce Hugo Contreras Mondaca, 79 años, Alto Hospicio.
Jorge Inostrosa
Premio al talento infantil
Pido una pizza y doy la dirección, me dicen «lo siento, para allá no voy». Estoy aburrida, invito a mi amiga, le doy la dirección, me dice «para allá no voy». Estoy en el centro, paro un colectivo, doy la dirección y me dice «para allá no voy».
Mayte Araya Castro, 12 años, Iquique
Tarea
Premio Alto Hospicio
Cuando Alto Hospicio no tenía más que un puñado de casas, y no había luz eléctrica, y nos dejaban agua en camiones dos veces a la semana, mis padres pensaban en invertir, así es que se tomaron un terreno. Fui a la primera escuela del lugar y obtuve mi primer 1: la profesora se enojó cuando, al pedir de tarea dibujar nuestras casas, yo dibujé una carpa.
Nicole López Donoso, 31 años, Alto Hospicio.
"Carta a Vicki" y "Carta a mis amigos", por Rodolfo Walsh
Querida Vicki: La noticia de tu muerte me llegó hoy a las tres de la tarde. Estábamos en reunión cuando empezaron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé con ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo. Después les dije a Mariana y Pablo: “era mi hija”. Suspendí la reunión.
Estoy aturdido. Muchas veces lo temía. Pensaba que era excesiva suerte no ser golpeado, cuando tantos otros son golpeados. Sí, tuve miedo por vos, como vos por mí, aunque no lo decíamos. Ahora el miedo es aflicción. Sé muy bien por qué cosas has vivido, combatido. Estoy orgulloso de esas cosas. Me quisiste, te quise. El día que te mataron cumpliste 26 años. Los últimos fueron muy duros para vos. Me gustaría verte sonreír una vez más.
No podré despedirme, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizás te envidio, querida mía.
Hablé con tu mamá. Está orgullosa en su dolor, segura de haber entendido tu corta, dura, maravillosa vida.
Anoche tuve una pesadilla torrencial, en la que había una columna de fuego, poderosa pero contenida en sus límites, que brotaba de alguna profundidad.
Hoy en el tren un hombre me decía: “Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año”. Hablaba por él pero también por mí.
Carta a mis amigos (Así le cuenta a su gente que asesinaron a su hija)
Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, María Victoria, después de un combate con fuerzas del Ejército. Sé que aquéllos que la conocieron la han llorado. Otros, que han sido mis amigos o me han conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegar una voz de consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero también para explicarles cómo murió Vicki y por qué murió.
El comunicado del Ejército que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era oficial 2° de la Organización Montoneros, responsable de la prensa sindical, y su nombre de guerra era Hilda. Efectivamente estaba reunida ese día con cuatro miembros de la Secretaría Política que combatieron y murieron como ella.
La forma en que ingresó a Montoneros no la conozco en detalle. A los 22 años, edad de su posible ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época comenzó a trabajar en diario La Opinión y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El periodismo en sí no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical. Como tal debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más.
Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fue detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después. El último año de vida de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevó a relegar toda satisfacción individual, a empeñarse mucho más allá de sus fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía más desvaída. En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical, que era su responsabilidad.
Nos veíamos una vez por semana, cada quince días. Eran entrevistas cortas, caminando por la calle, quizá diez minutos en el banco de una plaza. Hacíamos planes para vivir juntos, para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentíamos, sin embargo, que eso no iba a ocurrir, que uno de esos fugaces encuentros iba a ser el último, y nos despedíamos simulando valor, consolándonos de la anticipada partida.
Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era no hablar, sino caer. Llevaba siempre encima una pastilla de cianuro, la misma con que se mató nuestro amigo Paco Urondo, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
El 28 de setiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en brazos a su hija porque a último momento no encontró con quién dejarla. Se acostó con ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones blancos que siempre le quedaban grandes.
A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político, Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amanecido, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto.
"El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba. Nos llamó la atención la muchacha porque cada vez que tiraba una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía."
He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo por las clases de instrucción.
Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo.
A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego.
"De pronto, dice el soldado, hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. 'Ustedes no nos matan' dijo el hombre 'nosotros elegimos morir'. Entonces se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros."
Abajo ya no había resistencia. El coronel abrió la puerta y tiró dos granadas. Después entraron los oficiales. Encontraron a una nena de algo más de un año, sentadita en una cama, y cinco cadáveres.
En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota de lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella: vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy yo quien renace de ella.
Esto es lo que quería decir a mis amigos y lo que desearía de ellos es que lo transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte.
viernes, 9 de agosto de 2019
Cómo convertirse en escritora, por Lorrie Moore (cuento)
¿Así que quieres ser escritor? Por Charles Bukowski
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.