César Dionisio es fanático de Chile. Es colombiano, pero desde chico que vive como chileno exiliado en su propio país. Su pasión empezó en el colegio, cuando le enseñaron historia de Latinoamérica y la de Chile -ésa que quieren cambiar en los libros- le pareció tan interesante como la Roma de Augusto. Desde entonces que soñó con viajar y conocer el Chile de Pinochet.
“Leí en ciencias sociales lo que pasó entre el 73 y el 90 y me llamó demasiado la atención, los desaparecidos, la economía, la política, la gente organizada para resistir”. En esa historia, César se identificó con los perdedores del golpe. Porque siempre, no importa la disciplina o el país, César apoya al equipo que juega de rojo. También en el fútbol. “A mis diez años, cuando veía partidos en la tele, siempre apoyaba a Chile. Cuando ganaban, era feliz; cuando perdían, lo que era la mayoría del tiempo, sufría”.
En años sin Google, César leía diarios colombianos buscando a jugadores chilenos. Así supo que muchos cambiaban su camiseta roja por la blanca de Colo Colo. “De a poco entendí la rivalidad con los otros equipos y le agarré fobia al azul. Cuando salía a jugar a la pelota, mis amiguitos decían ‘yo soy de Nacional’, ‘yo de Millonarios’, ‘yo de América’ y yo decía que era del Colo Colo de Chile. Era raro, sin haberlos visto jamás en vivo, yo vivía como un niño chileno de once años, pero desde lejos”.
“POR FIN ME COMÍ UN COMPLETO”
La banda sonora del exilio de César la protagonizan Los Prisioneros. Los conoció a los cinco años, por un casete que había en su casa. A los 18 se encontró con Víctor Jara y Violeta Parra, a los 20 con Inti Illimani e Illapu. “Yo pensaba qué bacán la música, qué letra tan social, qué buena onda, y luego descubrí que muchas de esas canciones venían de Chile. Como que todos los caminos me guiaban allá”.
César quería estar en Chile, pero no tenía plata para viajar. Su consuelo era leer el papel digital de La Tercera todas las mañanas, ver a Los Prisioneros cuando estuvieron en Bogotá el 2002 o ir a La Fuente Chilena, el asilo gastronómico de los chilenos en Colombia. Allí ahogaba sus penas en chicha, con sus amigos chilenos que lo hacían sentir más cerca de su patria adoptiva. Allí también conoció a Eugenio, un chileno que tenía un grupito folclórico del que César fue el vocalista por casi un año. Con chupalla y poncho, al ritmo de “Chile, Chile lindo”, cantaba en eventos importantes, incluso una vez se presentaron ante el canciller chileno en Colombia. La alianza musical terminó por un cahuín de platas que incluía a la mamá de Eugenio y una demanda por pensión alimenticia. Un final bien a la chilena.
En el mapa metafísico de César, todas las rutas desembocan en Chile. No importa lo que haga, Chile se le aparece. En el 2005 recibió la señal definitiva. Su tía, que también vivía en Bogotá, se fue a vivir a Viña del Mar. “Junté plata y me fui. Llegué el 26 de diciembre, fue el mejor regalo de navidad de mi vida y el clímax de esta especie de película que ha sido mi camino a Chile… Cuando subí al avión, la musicalización de esa escena era Tren al Sur de Los Prisioneros: no ves que estoy contento, no ves que voy feliz, viajando en este… avión”, cuenta.
Una vez en Chile, el chileno exiliado le dio paso al colombiano turista: estuvo en el Reloj de Flores, posó frente a Salvador Allende en La Moneda y se tomó fotos en el Metro. “Hice lo típico y por fin me comí un completo. Después fui a La Victoria y a la tumba de Víctor Jara, que para un turista normal no tiene ningún atractivo, pero para mí fue increíble porque sé lo que significan. Incluso cada 16 de septiembre pongo una foto de Jara en mi perfil para homenajearlo”.
Con techo donde llegar, viajar fue más fácil. Volvió en el 2009, con pasaporte colombiano pero con más calle chilena. Ya no le cobraban de más en los taxis porque le hablaba a los choferes como chileno y andaba por las calles capitalinas usando su polera de Colo Colo. De ese viaje, se trajo su recuerdo favorito: la serie Los ‘80. “Le dije a mi familia que teníamos que verla y ahora están súper metidos, dicen ‘ay, qué va a pasar en el próximo capítulo’. Además nos parecemos a ellos, también somos tres hijos y mi hermano chico es como Félix, es muy divertido, porque en el capítulo del bigote, a mi hermano también se le estaba notando. Y ahora le decimos, ‘buena, Félix’”.
“Y VA A CAER”
En Los ‘80 César vio escenas de marchas y movilizaciones, que compara con las que hubo durante el 2011. “Cuando veo a los estudiantes, pienso en Los ‘80, en esas escenas de organización social reclamando la democracia. Que nuevamente cientos de miles se movilicen, ahora por una mejor educación y calidad de vida, es bonito e inspirador. Acá en Colombia también hubo un pequeño movimiento estudiantil, en sus marchas izaban banderas chilenas, reconociendo la motivación que ustedes les entregan”.
César conoce a los protagonistas del conflicto y aunque Adimark no lo considera en sus encuestas, opina igual que el 70% de los chilenos que desaprueban al presidente. “Me carga Piñera, escucharlo ya es una experiencia desagradable, por su discurso neoliberal y xenófobo y por esa arrogancia típica de la derecha chilena. Se cumple la ley de que entre más inapropiada es una persona para desempeñar un cargo, más se sostiene. Lo digo también por Hinzpeter y Labbé. Es espantoso que gente así esté gobernando”.
Comprometido con las demandas estudiantiles, viajó de nuevo a Chile para marchar durante el período más candente del movimiento. “Los resultados me van a beneficiar, porque si tengo un hijo chileno quiero que tenga educación gratuita y de calidad”. Por eso gritó “y va caer, y va caer la educación de Pinochet”, aguantó lacrimógenas y corrió por su vida.
¿Qué piensa tu familia de tu fanatismo chileno?
-Lo único que les preocupa es que los pasajes de avión son muy caros. Aunque igual aprenden porque les enseño sobre la idiosincrasia de los chilenos. De hecho, a veces sé más que los chilenos de su propio país. Para las presidenciales, yo sabía más de MEO, Arrate y Piñera que mi tía que vive en Chile. Como que ella no estaba ni ahí, se dedicaba al trabajo, a su hija y a comprar su marraqueta.
¿Y si te vienes a Chile para siempre?
-Sí, me gustaría, pero no tengo prisa. Primero tengo que terminar mi carrera, tengo 26 años y llevo nueve estudiando derecho. Después saldría de Colombia. Igual quiero seguir estudiando, no sé si en Europa o Brasil, pero me tinca Chile porque tendría harto terreno ganado. El problema es que cuesta mucha plata, eso sí que lo sé, que allá en Chile la educación no es gratis.
The Clinic, 2 de Abril de 2012
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